lunes, 10 de noviembre de 2008

Fin de juego


Ahora, parado solitario frente a la puerta, sintió que el paso final estaba ahí, a menos de un metro por delante suyo.
El hombre había llegado a la última puerta. El proceso de alcanzar este punto culminante le había resultado arduo y tedioso. Aún recordaba, a modo de penosa búsqueda, todo el tiempo transcurrido desde el inicio del recorrido. Tampoco olvidaba los infranqueables obstáculos que había tenido que sortear, e incluso las veces que tuvo que volver atrás para comenzar un nuevo intento.
Imponente y de una impresionante fortaleza, la puerta era de color gris, totalmente sólida y construida en una sola pieza. No tenía visillo ni picaporte, ni ningún otro objeto que sobresaliera de su pulida superficie. El hombre se agachó y con sus manos trató de sentir si existía alguna corriente de aire proveniente del otro lado. Se agachó aún más, y con su cabeza contra el suelo quiso ver si alguna evidencia de luz se colaba entre la puerta y el piso. Nada, parecía totalmente hermética.
Al cruzar la puerta se encontraría con una enorme cantidad de cosas. Se imaginaba salir y sentirse invadido por las extraordinarias fragancias que emanaban de aquella cautivante pradera inundada de flores silvestres. Sintió el aroma penetrar invasivo en sus fosas nasales. Vio el lago, que se recostaba junto al verde, adornado por innumerables flamencos y cisnes. Vio el cielo diáfano, plagado de golondrinas que daban permiso al comienzo de la primavera. La suavidad del sol le iluminó el rostro, y sintió su tibieza sobre la espalda. Con agua fresca y cristalina del manantial, sació su sed acumulada. Pudo sentir y percibir todo lo que había imaginado. Finalmente, se imaginó plácido, recostado sobre el césped, mientras observaba unas pocas nubes que en forma lenta flotaban hacia el lago. Se dio vuelta y ya no vio la puerta, lo que lo hizo sentir más seguro.
De pronto, el ruido metálico de la cerradura, lo hizo volver a su realidad. La puerta, despaciosamente, comenzaba a abrirse en total silencio. La emoción y la ansiedad lo invadieron, mientras que su corazón parecía latir en forma desmesurada. Cerró los ojos y pensó que cuando los abriera estaría frente a aquella magnífica pradera del lago.
La puerta hizo un ruido seco y tosco, como indicando que había llegado a su tope. El hombre abrió sus ojos y con enorme asombro vio una pared de ladrillos que bloqueaba la salida. Sobre ella, una leyenda escrita con aerosol fluorescente: "Game Over".
Apoyé mi frente contra la pantalla y metí mi mano en el bolsillo. Al tiempo que el metal enfriaba mis dedos, las ganas de vomitar se me volvieron irrefrenables.

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