miércoles, 13 de agosto de 2008

Desde el fondo del bolsillo


Tomó su lapicera fuente más preciada y verificó que el depósito de tinta estuviera lleno. Hizo unos garabatos sobre el papel a efectos de comprobar su buen funcionamiento y se dio por satisfecho.
La carta debería ser tan especial como la emoción que lo llevaba a escribirla.
No tuvo necesidad de cerrar los ojos para evocar su imagen, que decididamente lo intimó a volcar sobre el papel todos sus sentimientos.
Comenzó de la forma clásica, aunque el "querida" tenía para él un significado por demás profundo.
Le contaba que pensaba a menudo en ella y le reconoció que solía espiarla en los recreos, cuando ella compraba el sandwich y la gaseosa en el kiosco del patio. Le confesó que le producía cierto escozor, cuando ella se sentaba junto a él en su pupitre, para corregirle una composición o algún problema. O cuando pronunciaba su nombre al llamarlo al pizarrón.
Casi sobre los renglones finales recordó la imagen que no lo dejaba en paz. No había sido más que un gesto, rápido y casi imperceptible. Esa mirada, con un innegable ademán de complicidad, entre ella y el Director, el viernes en la sala de música. Eso lo había irritado de una forma que aún no alcanzaba a comprender.
Hizo un bollo con la carta, y con bronca la tiró al papelero. Rescató un chicle del bolsillo de su pantalón y se fue corriendo mientras pensaba si los chicos ya habrían llegado a la plaza.

1 comentario:

Adriana dijo...

Me encantó este nene travieso y enamoradizo, que muy bien pusiste mostrar en esta carta.
El final muy tierno, yéndose a la plaza.
Te sigo leyendo.
Un beso.
Adria.-