martes, 30 de diciembre de 2008

De peces voladores


El ruido de la lluvia sobre el techo y los relámpagos que iluminaban por instantes la furia del mar, hicieron aún más intrigante la historia que estaba por comenzar a ser contada esa noche.
-¡Vea joven! -se oyó pronunciar en voz baja pero con acento grave, desde un rincón del salón. -Yo que Usted, me andaría con más cuidado al hablar del Capitán Rapaport,-dijo el viejo Gualterio al momento que dirigía su vista hacia el muchacho cuya conversación comenzaba a mantener en vilo a los parroquianos del lugar.
Toda la concurrencia de la fonda, unas quince personas aproximadamente, dirigieron de inmediato su atención al viejo. Él se paró sin que su mano derecha soltara el vaso de ginebra. Caminó los pocos pasos que lo separaban del joven y se sentó a su lado.
"Yo fui tripulante de Rapaport" dijo de una forma como si sus ojos estuvieran mirando hacia el pasado" y estuve a bordo del Kalimera, la tarde del episodio", y no bien terminó de decir esto apuró su bebida hasta vaciar totalmente el vaso.
El joven sintió la necesidad de expresar su respeto al viejo, y le hizo saber que lo que había comenzado a contar eran sólo las habladurías que se comentaban en el pueblo, acerca de la singular historia del Capitán Julius Rapaport, pero no pudo convencer a nadie.
"Era una tarde sin viento, calma chicha total" comenzó el viejo a contar mientras dirigía su mirada hacia la ventana y el mar. "El Kalimera, flotaba apacible, y al garete. Las velas de tan inmóviles, daban lástima, por lo que el Capitán decidió arriarlas".
"Rapaport, el contramaestre y yo nos encontrábamos en el puente, charlando de cosas de mar, como se suele hacer en este tipo de ocasiones. La conversación se centraba en quién había experimentado la calma chicha más prolongada" rememoró el viejo.
"En eso estábamos, cuando vimos que sobre la cubierta habían caído unos cuantos peces voladores" dijo Gualterio con sus ojos entrecerrados, como buscando de esa forma sus recuerdos con mayor precisión.
"Los tres bajamos de inmediato a cubierta y comenzamos a recoger los peces con la intención de entregárselos al cocinero". En la sala se iba generando una atención casi sacra, con la totalidad de las miradas convergiendo hacia Gualterio que parecía casi ausente, o casi nuevamente a bordo del Kalimera.
"En un momento, el Capitán se acercó a la baranda con la intención de tomar un pez que había quedado sobre ella" y al pronunciar estas palabras y recordar el momento, el rostro del viejo empalideció repentinamente.
"En el mismo instante que la mano de Rapaport se posaba sobre el pez, una fuerza desconocida lo levantó y lo arrastró por encima de borda hacia el agua, como si fuera un poder demoníaco ¡Juro que nunca vi nada igual!" culminó el viejo en el instante que la sala se estremecía con un refucilo que iluminó los rostros teñidos por la sorpresa. Pocos segundos después, el trueno cercano hizo temblar la totalidad de los vidrios de las ventanas junto, con los temores de más de alguno de los presentes.
"Varios días estuvimos buscando alguna señal de Rapaport, pero nada pudimos encontrar. Finalmente, y luego de haber fracasado en nuestra búsqueda, el Kalimera puso proa a puerto" contó el viejo mientras pedía que le llenaran el vaso nuevamente.
"El viaje de regreso no fue lo que se dice una navegación normal. La tripulación se encontraba muy asustada por la desaparición de su capitán. Mil conjeturas se elaboraban a cada instante: que el diablo, que un pulpo gigante, hasta hubo alguno que llegó a elucubrar algo sobre un posible suicidio".
Luego de un premeditado silencio, el viejo continuó con su relato. "Algunos reconocieron haber escuchado ruidos en el camarote de Rapaport, y el mayordomo aseguró haber visto manchas de agua en el piso. La cuestión es que se revisó la embarcación de proa a popa, muy minuciosamente, pero nada anormal pudo ser descubierto".
Desde el otro lado de la sala, un parroquiano preguntó si esos indicios podrían significar que Rapaport, por algún medio, había logrado subir a la embarcación y regresado a puerto escondido.
"De haber sido así, lo hubiéramos descubierto, ya que nuestra inspección fue muy meticulosa. A menos que ... ". El viejo detuvo abruptamente su alocución dejando un halo de duda y curiosidad flotando sobre la sala.
"A menos que..., como se rumoreaba a bordo, hubiese tenido la colaboración de algún marinero para ocultarlo" dijo el viejo, "pero esto, no pudo nunca ser comprobado".
"Sin embargo, al llegar a puerto hubo varias cuestiones que llamaron la atención. En primer lugar la viuda no reaccionó en la forma desconsolada que se hubiera esperado de ella, al recibir la trágica noticia" contó el viejo con un gesto de visible fastidio.
"Al cabo de unos meses la viuda cobró el seguro por la muerte del Capitán Rapaport, vendió la casa y rápidamenete abandonó el poblado. Nunca más hemos vuelto a saber de ella. Sin embargo ..." el viejo calló repentinamente.
Dos o tres parroquianos insistieron airadamente para que el viejo concluyese la frase silenciada.
El viejo los miró, se paró, se arregló su añoso gabán azul marino, y mirando a los jóvenes de costado les contestó casi desde el vano de la puerta:
"Sin embargo, ya las tripulaciones no salen a cubierta cuando aparecen peces voladores" respondió, mientras se adentraba presuroso en la noche lluviosa.

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