domingo, 2 de noviembre de 2008

Cinco segundos


Apenas se dio cuenta de que bajaría del cielo en forma casi vertical, acomodó su cuerpo para recibirla. Gutiérrez sabía que si lograba pararla con el muslo, la podría amortiguar y dominarla rápidamente para dar un pase en profundidad sin que su rival pudiera obstruirlo.
El Serrucho Aguilera no pudo creer la forma inverosímil en que había quedado tirado en el piso. La reciente demostración de habilidad para dominar una pelota de aire lo hizo calcular mal y dar una ridícula pirueta, que lo dejó "pagando". Completamente desairado, oyó algunas risas provenientes del público cercano al alambrado. Con gran irritación, adivinó de inmediato que el griterío se volvería infernal cuando el puntero derecho tomase el pase en profundidad, bien pegado al lateral.
El clamor de las tribunas envalentonó al chiquito Sepúlveda. Recordó al instante la larga convalecencia de su última lesión y pensó en su novia, que lo estaría mirando desde la platea local. Empezó a correr junto a la raya unos instantes antes de que el pase partiese hacia él. Sin haber tocado aún la pelota, con un vistazo casi imperceptible pero efectivo, conoció al detalle la ubicación del resto de los jugadores. Se tranquilizó al no escuchar el silbato del árbitro, ya que por un momento había sospechado que podría encontrarse en posición adelantada.
El árbitro dudó, y su primera intención fue la de hacer sonar el silbato. Sin embargo, la maestría de la jugada y el hecho que el equipo local fuese en desventaja, lo hicieron cambiar de parecer. Continuó corriendo hacia adelante y pudo observar cómo la pelota era impulsada en forma de centro, que inequívocamente iba a ser cabeceada por el centrodelantero que ya se preparaba para recibirla.
Al momento de saltar a cabecear, Cacho Garisoldi comprendió que no se trataba de una jugada más. Él, que llevaba convertida una cantidad impresionante de goles, supo que era ése el momento de cimentar una historia larga y exitosa, o no. Midió la trayectoria de la pelota al mismo tiempo que se daba cuenta de lo importante de su decisión. Se convenció de que la conversión del gol sería bastante sencilla. Ya en el aire, la duda lo volvió a asaltar. Recordó la visita que había tenido en los vestuarios, y el color de aquellos billetes. Al momento de cabecear, fue también conciente de la mala ubicación del arquero rival.
El gato Herrera, guardavalla de larga experiencia, reconocería durante muchos años que su salida a cortar el centro había sido totalmente a destiempo. Desubicado junto al primer palo, había "regalado" involuntariamente todo el arco vacío para que la conversión resultase muy fácil. Escuchó el sonido del parietal derecho contra la pelota, un poco apagado por el estruendoso murmullo de los espectadores a su espalda. Con gran sorpresa vio como la pelota pasaba velozmente muy por encima del travesaño, un yerro muy difícil de explicar. En ese mismo momento se convenció de que los rumores que circulaban sobre la conducta del centrodelantero debían ser totalmente ciertos.

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