lunes, 2 de febrero de 2009

Exclusión astral


Sinceramente, ya no sé que hacer.
No doy más.
El viernes, después de una vida más larga que la que quisiera, pero -debo reconocer- más interesante que lo que hubiera podido esperar, me vengo a enterar que ya no soy más de Sagitario.
Yo, que antes de prender la luz del velador cada mañana encendía la radio para escuchar mi horóscopo (y actuar en consecuencia) . Justo a mí, que fui siempre un centauro, un ixiónida con arco y flecha que impartía justicia entre los hombres.
El centauro. Ser majestuoso si los hay. La sagacidad del animal y la destreza e inteligencia del hombre conjugados en un ser único. Divino, como lo describiera no sólo Plutarco, sino también Ovidio. El hecho de que Herácles los venciera no ha sido nunca ratificado por la prensa independiente, por lo que me acojo al beneficio de la duda.
Pero no. Ahora me niegan la pertenencia. Sin más, y de la última página de un diario, en general bien informado, me vengo a enterar, mientras tomaba mis mates matinales, que ya no soy más de Sagitario.
Esta injusticia es propinada a aquellos que como yo, emergimos al mundo entre el 30 de noviembre y el 17 de diciembre. Un castigo, ilícito y cruel, como se podrá comenzar a atisbar.
Ahora soy de Ofiuco. Que es como decir que nos fuimos a la "B" del campeonato del horóscopo. ¡De Ofiuco! ¡Ofiuco! Que es como responder "naranjín" o "virulana" si a uno le preguntan de que signo es.
¡Ofiuco!, ¡Ofiuco! Si hasta el nombre es casi una decepción. ¿Ofiu... que? respondió mi hija cuando intenté explicarle que todas las virtudes que yo poseía como buen sagitariano, se habían esfumado.
Después de evaluarlo durante un par de horas, entre vasos de whisky y música de Divididos, me decidí a llamar a mi terapeuta. Por suerte, quiso el destino que ella me pudiera atender desde su celular. Estaba en la plataforma de salida de un colectivo con destino a la costa, para emprender su mes de vacaciones. Me dijo que a la vuelta lo trabajábamos. "¡No!", le dije. "¡No me podés hacer esto!", a lo que me contestó que a lo mejor podría ser ventajoso este imprevisto cambio. De nada valió contarle que ya no sería más ése centauro flechense y aerodinámico que solía ser. ¡No! Ahora sería un Ofiuco. Ofiuco, que lejos de ser un ixiónida, es el "hombre que sostiene la serpiente", cosa que a lo mejor desde el lado de la fantasía femenina me podría resultar en alguna liga. Pero no lo creo. Una serpiente, curva y gelatinosa, fría y esquiva, nunca podría superar a aquella flecha erguida y recta que desafiaba las distancias y que invariablemente, con aguda puntería llegaba certera y veloz a destino. Siempre me sentí una especie de Cupido zodiacal, y ahora, despiadadamente, no puedo más que pensarme como un número de circo.
Suspendí mis vacaciones de cuajo. Mi viaje al Gran Arrecife Coralino Australiano tendrá que esperar. No me importa si me devolverán el dinero del pasaje o la reserva del hotel cinco estrellas: esto me supera.


Del artículo original: http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=17778

1 comentario:

Pescadora de Perlas dijo...

Ofiuco sigue dando que hablar, lo leì hoy en Pùblico.es.
Te dejo el link, interesante la nota y los comentarios.

http://www.publico.es/ciencias/351335/ofiuco-y-las-mentiras-del-zodiaco
Saludos