viernes, 11 de julio de 2008

El vestido rojo


Ni bien abrió la puerta de su departamento, un deseo impostergable de comenzar el fin de semana lo asaltó. Se quitó los zapatos, dejó el maletín sobre la silla e inmediatamente se dirigió a la cocina. De la forma habitual, tomó un hielo del congelador y lo puso en su vaso preferido. Lo llenó con whisky, aunque cuando ya se disponía a tapar la botella, sirvió esa porción extra que se permitía cuando el cansancio acumulado era demasiado, además, pensó, era viernes.
Con el vaso en la mano pasó junto al equipo de música y puso a sonar aquel compilado de blues que le gustaba escuchar en los momentos de relax. Abrió la puerta del balcón, y sintió con satisfacción esa tibia brisa de primavera, que tanto le agradaba recibir sobre el rostro. Se sentó y puso sus pies descalzos sobre la baranda. El cielo, despejado en gran medida, se preparaba para el espectáculo del ocaso, la hora en que los objetos se despiden de la luz y los sentidos se preparan para ser testigos de esa magia. Tomó un trago y reconoció el amigable sabor de la bebida recorrer su garganta. Pensó en lo fatigosa que había sido la jornada y tuvo la sensación de que el día, en la práctica, ya había concluido. Sólo después de unos minutos se daría cuenta de lo equivocado de su apreciación.
El balcón no era muy alto, sólo tres pisos lo separaban de la calle, pero la abundancia de casas bajas le permitían tener una vista panorámica muy poco común en ese sector de la ciudad. Además, la calle, al no tener salida, era de una tranquilidad inusual.
Le llamó la atención una mujer totalmente vestida de rojo, que se aproximaba por la vereda de enfrente, con un caminar muy sensual. Pese a la distancia, se podía advertir un rostro atractivo y una figura muy llamativa. A mitad de cuadra, justo enfrente a su balcón, ella se detuvo y abrió su cartera. Sacó una libreta y pareció constatar una dirección. De inmediato se acercó a la puerta y pulsó el botón del timbre. La casa a la que se dirigía la mujer, no le resultaba anónima. Varias veces se había fijado en ella, ya que la joven pareja que la habitaba, poseía un llamativo y lujoso coche deportivo, que estacionaban en la calle. Además, como para capturar la atención de cualquier espectador, era habitual que no cerrasen las cortinas de la habitación. Esto hacía que se pudiera observar, a veces, los pies de la pareja sobre el extremo visible de la cama. Era, pensaba él, como en el film: una verdadera ventana indiscreta.
Se abrió la puerta y observó la silueta de la joven rubia que con un beso y una sonrisa daba la bienvenida a la visita de rojo. Entraron y la puerta se cerró cuando ya el horizonte se vestía de rosa y púrpura. Mientras observaba los últimos segundos de vida de su hielo en el fondo del vaso, notó que se encendía la luz de la ventana. Al principio fue sólo la luz, sin nada que anunciara lo que iba a suceder no más tarde que unos pocos minutos. Las sombras que se percibieron luego, tampoco le llamaron la atención. Pero cuando observó, las prendas de vestir de color rojo depositadas en el piso, ya no pudo quitar su mirada de esa ventana.
Por momentos, vio como dos pares de pies, aparecían y desaparecían del extremo de la cama. Una mano casi al pasar y unos cabellos rubios, asomando apenas al campo visual, lo encontraron con su vaso totalmente vacío. Recorrió los pasos que lo separaban de la cocina con un apuro casi desmedido. Llenó su vaso nuevamente y se apresuró a volver a su puesto de vigía. Ya de noche, sólo la tenue luz de la ventana y los cuatro pies entrelazados y vibrantes, le dieron la nueva bienvenida a su balcón.
Con sobresalto notó que por la esquina se aproximaba lentamente el lujoso auto deportivo rojo. Los pensamientos lo arrasaron. Sintió una oleada de adrenalina que lo inmovilizó. Gestó para sí la imagen del marido que entra a su casa y encuentra la escena con la mujer de rojo. Imaginó violencia, sólo verbal al principio, gritos y llantos, amenazas y acusaciones. Se sintió inhabilitado moralmente de no impedir lo peor. Se sintió culpable y hasta cómplice de desatar una escena, de delatar el crimen. Se paró impetuosamente, y decidido a prevenir el fatídico e inevitable desenlace, se dirigió a la calle. Bajó las escaleras casi corriendo y trató de recobrar el aliento cuando el vecino se disponía a cerrar el auto.
-¡Buenas noches!- dijo en un tono medio agitado y con la incertidumbre de no saber como continuar. El muchacho le retribuyó el saludo con gesto de curiosidad, acelerando su propio proceso mental que le dijera si conocía o no a esta persona. Le pareció una cara conocida del barrio, pero no registraba ningún detalle adicional de este individuo que comenzaba a hablarle de su auto y hacerle preguntas sobre el mismo.
-No, no está en venta- respondió secamente. Era evidente que el tipo no sabía nada de autos, y que sus preguntas se dilataban en un sin número de vueltas inconexas, para repetirse y perderse en laberintos de palabras que jamás encontrarían un sentido.
El joven quiso terminar la charla, que ya presentaba visos de inverosimilitud, y dijo
-Bueno, muchas gracias por su interés- con la esperanza de que ese "bueno" prolongado y sereno, actuase como una invitación a concluir la conversación y despedirse. No logró su objetivo.
El hombre, comenzó a percibir que nada había hecho para alertar a la joven rubia, sino tan sólo postergar el momento del encuentro, por lo que comenzó a mostrarse molesto consigo mismo. Nada hacía percibir que desde adentro de la casa se hubieran anoticiado de la llegada del joven.
Casi desesperado y sin saber como continuar, en un acto impulsivo pasó su brazo derecho por el hombro del muchacho, y a modo confidente le dijo:
-Mirá, sé que esto te parecerá una especie de desubicación, pero si no te lo digo ahora, quizás no tenga oportunidad de pedírtelo en otro momento- le dijo en el instante en que las primeras gotas de sudor empezaban a brotar sobre su frente.
-Este auto me vuelve loco- le dijo a modo de declaración, y la idea ya comenzaba a tomar forma en la cabeza del hombre.
-Bueno- dijo el joven -ahora sí que me deja con la intriga. ¿Que es lo que me quería pedir? en una de esas puedo complacerlo- le dijo ya con la certeza de estar decidido a hacer cualquier cosa para despedir al hombre y finalmente entrar en su casa.
-OK, te voy a ser franco y voy a ir al grano- le dijo soltando el hombro del muchacho y mirándolo de frente.
-Siempre quise saber como es la sensación cuando uno se sienta frente al volante de esta joyita. Quizás te parezca que es una locura, pero te estaría inmensamente agradecido si me dejás sentar por un instante en tu auto y tomar el volante- le dijo con total conciencia de lo ridículo de su pedido. Por un momento se replanteó toda esta locura de jugar al Robin Hood barrial para evitar que se descubra la infidelidad de la rubia. La imagen del vestido rojo en el piso a los pies de la cama lo tranquilizó momentáneamente. Esos pies gozosos, vibrantes y entrelazados bien valían ser preservados y protegidos.
-No hay problema hombre. Me lo hubiera dicho desde un principio- exclamó el joven dirigiéndose a la puerta delantera del auto con la llave en su mano.
-Yo también, más de una vez, tuve de esos deseos. Venga, suba, que no hay ningún problema.
El hombre lo miró a los ojos y agradeció su gesto y en especial su comprensión. Entró al auto demorando el momento. Sabía que cuanto más dilatase la entrada del joven a la casa, más posibilidades de que desde adentro se dieran cuenta de la situación.
El auto olía a lavanda, su estado era impecable. El tablero, los asientos y los comandos le hicieron sentir que estaba a bordo de una nave del futuro.
El hombre sacó su mano del volante, con lentitud la llevó al costado y accionó con total alevosía la bocina del vehículo. Había llegado a la conclusión de que la joven rubia debería reconocer la bocina de su propio auto estacionado frente a la puerta de su casa.
-¿¡Qué hace hombre!? ¿¡Qué hace!? ¡déjese de joder con tanto ruido!, parece un chiquilín.
El hombre dio vuelta su cara, y con una sonrisa de niño travieso, lo miró de frente y le confesó:
-Siempre quise hacer esto- dijo como implorando comprensión.
-Disculpame y muchas gracias por tu amabilidad- pronunció mientras se bajaba del auto y observaba como el joven un poco molesto, cerraba con llave la puerta.
-Muchas gracias- repitió con alegría.
Después de una rápida pero casi torpe despedida el joven se dirigió a la puerta de su casa, en tanto que él se apresuró a regresar a su departamento. Se sentía contento por su propia acción. No dudaba de que los sonidos de la bocina hubieran alertado a la rubia. Calculaba, que aunque un poco escaso, el margen de tiempo había sido el suficiente para arreglar las apariencias de la situación.
Llegó al tercer piso, y sin dilaciones se dirigió al balcón. Enorme fue su sorpresa al observar en el extremo de la cama el par de pies entrelazados quietos y laxos. Pensó que su intento había sido en vano, que las mujeres con seguridad se habían dormido, y que no habían podido escuchar la bocina del auto. Sintió con tristeza que el final se aproximaba inexorablemente. Se sentó sin dejar de dirigir su mirada a la ventana.
Cuando los desnudos pies masculinos pisaron el vestido rojo, quedó perplejo.
Fue a la cocina por una nueva recarga de whisky y al retornar encontró a los seis pies fundidos en una incesante caricia que comenzaba a tornarse frenética fricción.
La noche fue larga y la temperatura descendió bastante esa noche en el balcón. Casi con la salida del sol, el vestido rojo emprendió su regreso. El auto del mismo color, contrastaba con los árboles que comenzaban a florecer.

4 comentarios:

Adriana dijo...

Una noche larga y la mujer de vestido rojo.
Me atrapó y puedo decir que lo saboreé lentamente y con mucho placer hasta querer llegar a la última línea.
Te felicito y
te sigo leyendo.

ade dijo...

-Pobre tipo, que mal la pasó por mirar por la ventana. Interpreto la vida según su conciencia, no sabía que hombres, placeres y conciencia por suerte no son unificables. Muy buena tu imaginación para narrar, te atrapa la trama. Ade

martina dijo...

Muy bueno el cuento,un podia inmaginarse la siuacion perfectamente, y el final muy sorpresivo! El principio es muy vos, con el wisky..jaja.
Me encanto que hayas puesta el cuadrito antes, queda muy lindo y le da vida a la pagina.

Mi papa el escrito :)
Y no podia firmar..asi que tuve que hacer algo que no tengo idea jaja.
No sabia que tu papa tenia mas cuadros..son hermosos!

beso, martu

Anónimo dijo...

Hola!, como va?, muy bueno este Blog, esta barbaro, voy a seguir pasando,cuando quieras pasa por el mio, saludos!! que andes barbaro

Luis